[...]''¿Te han gustado mis regalitos?''
Preguntó pero yo no podía articular palabra, sentía que no aguantaba más, me aferré a su cuello y le di un largo y apasionado beso, no recuerdo haber estado nunca tan excitada, sólo quería que me sacara lo que me había pedido en su sexto paquetito y que se pusiera él en su lugar. Me separó y me dijo:
"No tan rápido Cris, ya veo que mis regalos te han gustado, pero antes de nada te invito a cenar"
En el coche apenas hablábamos, la tensión sexual se palpaba en el ambiente. Esta vez, consiguió sacarme una sonrisa cuando nos dirigíamos al hotel donde nos conocimos íntimamente por primera vez. Cuando llegamos, no dijo nada, abrió la puerta y vi en el suelo, un intento de saloncito creado con pétalos de rosas, comida china y velas por todas partes.
Sacó un mando, apretó un botón y empezó a sonar mi lista de reproducciones de "Canciones para soñar", tanto detalle me hacía sentir mimada y las bolas chinas seguían haciendo su efecto por cada paso que daba. Una hora y 3 copas de vino después, habíamos terminado de cenar y yo de contarle con sumo detalle todo lo que hice según sus indicaciones.
Me pidió que abriera el primer cajón de la mesita de la entrada, había otro paquete con el número 7. Sonreí para mis adentros antes de girarme y sacudir la cajita con picardía y esperar que soltara sus indicaciones de forma verbal. Con su mirada me dijo que la abriera y consiguió dejarme muda. Era una venda de seda roja, al sacarla de la caja se levantó y se acercó a mi, cogió la tela y me tapó los ojos. Me besó el cuello y me susurró:
"Ahora te voy a dar el postre"
Me derretía con cada una de sus palabras que rozaban mi cuello y subían hasta mi oído. Deslizó algo desde mis labios hasta mi boca. ¿Era una fresa? Él rió al ver mi gesto extraño. Sí lo era. Entre susurros me propuso un juego, me daría a probar distintos postres y si los adivinaba, esa noche mandaría yo, haríamos lo que yo quisiera, pero si fallaba alguno, estaría supeditada a lo que él decidiera y quisiera hacer conmigo. Mi contestación fue una sonrisa pícara y un pequeño mordisco a la punta de la "FRESA" -dije-.
Me condujo al dormitorio, donde me ofreció la punta de un plátano, un bombón, melón, kiwi, nata en sus labios que vino acompañada de un apasionado beso haciéndome desear más. Hasta el momento no había fallado y mi cabeza empezó a hacer cábalas sobre cómo podría devolverle tanta tortura placentera. Inocente de mi, aquel beso me descentró cuando el siguiente trozo de fruta entró rozando mis labios: Era dulce y hasta el momento nunca había probado semejante sabor, dulce, atrayente, deseable y anhelante con ganas de más, empecé a decir nombres de frutas exóticas al azar, pero se reía en síntoma de negativa, parecía divertido mientras mis neuronas intentaban identificar el sabor. Colocó su mano en el interior de mi muslo y dejé de pensar. Con el trozo de fruta en la otra mano pintó mis labios y susurró ardientemente:
"¿Te rindes ya?"
Aquellas palabras calaron en mi haciendo que mi respiración dejara de ser entrecortada. Mi deseo y mis ganas no me permitían seguir jugando, cedí el poder por aquel pedacito de fruta que aún daba sabor a mis labios. Entonces empezó a recorrer mi cuerpo con la punta de sus dedos muy lentamente, casi sin rozarme, me estaba desarmando a su merced.
Había bajado sus manos por mi espalda hasta el borde de mis vaqueros, los rodeó y me abrazó por la espalda desabrochando el botón. Reanudó las caricias lentas sacando la camisa de los pantalones. Acto seguido bajó mi cremallera y me despojó de los skinny y veloz pero sutilmente se deshizo también de la camisa.
Me tumbó boca abajo y sacó unas esposas mientras desabrochaba y me quitaba el sujetador. Estiró mis brazos por encima de mi cabeza y me encadenó. Escuché cómo su ropa caía al suelo y subía a gatas por mi espalda para empezar a besarme la nuca y dar pequeños soplos de aire. Noté un chorro frío con olor a canela y sentándose en mi culo empezó a darme un masaje con aquel aceite que se iba calentando a la par que sus manos lo deslizaban por mi espalda. Me hacía sufrir cuando llegaba a los laterales de mi pecho y no llegaba a más. Se dio media vuelta y empezó a masajearme las piernas y el borde del culot, al moverme las nalgas, movía las bolas chinas haciendo que de vez en cuando de mis labios saliera un pequeño gemido.
Sentí cómo se levantaba de la cama y salía de la habitación. Sentía sus pasos alejarse y un pequeño tintineo que se hacía más fuerte según se acercaba a los pies de la cama. Con la punta de sus dedos empezó a dejar caer pequeñas gotas de agua fría a lo largo de mi espalda, para luego unir esos puntos con un hielo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y sus labios fueron recorriendo ese camino que el hielo había trazado para ellos.
Me dio media vuelta. empezó a pasar el hielo por mi cuello, entre mis pechos, al rededor de cada areola. Con su boca empezó a darles calor jugando con su lengua y el pedacito de hielo que quedaba.
[...] PARTE CENSURADA PARA -18 AÑOS [...]
Tras haber terminado exhaustos, ambos tirados en la cama, mi cabeza sobre su pecho y su mano acariciando mi pelo, sentí cómo su respiración se ralentizaba y volvía a retomar el aliento, pregunté por la fruta mientras lamía y me mordía el labio inferior intentando recordar el sabor. Una dulce sonrisa inundó su cara y me dijo "Mangosteen".
Mangosteen, la que sería desde aquel momento mi fruta favorita y haría que me acordara de él cada vez que rozara mis labios, ahora estremeciéndome entre los suyos.
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